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La percepción del sabor, más allá del gusto

Seguramente, no le sorprenderá si decimos que casi todos los sentidos (el gusto, el olfato, el tacto, la visión) intervengan en la experiencia gastronómica, ¿verdad? A esto se añaden ciertas sensaciones relativas a las circunstancias en las que usted se encuentra, las cuales, afectan no sólo a las percepciones, sino también a la forma de aceptar y disfrutar un momento gastronómico.

Evidentemente, se sobresale el gusto como sentido principal. Es este sentido el que, al final, dictará si una comida o un alimento es bueno o no tan bueno.

El sentido de la visión nos permite percibir la forma, el tamaño y el color de los objetos, incluso los alimentos. Tanto el color como la forma de un alimento crean expectativas sobre lo que se va a degustar. Por ejemplo, como ningún alimento natural es de color azul, cualquier alimento de este color puede parecer menos sabroso.

Sin embargo, con este artículo se pretende destacar otra cuestión  u otro sentido  que puede marcar la diferencia en la forma en que percibimos los alimentos. Nos referimos a la visión y al gusto (y a veces al tacto), como si estuvieran interconectados… Por ejemplo, ¿no ha sentido nunca que ciertos alimentos saben mejor en determinados platos? Al degustar un caldo verde en un cuenco de barro, esto puede marcar la diferencia, aportando una sensación de acogimiento, ¿verdad? O, cuando se bebe agua, ¿no es mejor la sensación de beberla en un vaso transparente, en lugar de uno de color? O, al contrario, dependiendo de los gustos, por supuesto.

El punto que se subraya en este artículo, tiene que ver con las sensaciones que pueden aportar ciertos elementos a la hora de la comida. Un buen plato de porcelana, de un determinado color o forma, puede hacer que la percepción del sabor vaya más allá del paladar, haciendo que la experiencia sea más rica y agradable.

Es posible que el diseño y la textura del conjunto en el que suele hacer sus comidas diarias (o en ocasiones especiales) ofrezca un encanto diferente al paladar.
Así que, a la hora de elegir su juego de mesa, usted podrá tenerlo en cuenta, si es que le importa, claro. Toque las porcelanas, sienta sus texturas y obsérvelas, sienta cómo le agrada su diseño y si “combina” con sus sabores favoritos. Imagínese disfrutando de una comida en esas piezas que tiene en mente.

¿Hace la diferencia, o no? Del mismo modo que elegimos los accesorios, la ropa o los objetos de decoración para influir en el entorno que nos rodea de manera que responda a nuestro estado de ánimo, la elección de los platos y piezas en la mesa también pueden responder al estado de ánimo de la comida y los alimentos, y, en particular, a su personalidad y estado de ánimo.

Además, para cada momento del día, si uno lo quiera, el estado de ánimo y la expectativa de la experiencia son diferentes. Por la mañana, necesitamos vida y energía, por la tarde mantener la concentración y el enfoque y por la noche volver a un estado de relajación.

La próxima vez que desayune, coma o cene, recuérdese cómo quiere sentirse y elija en consecuencia, para tener una experiencia más plena, sensorial y consciente, ¡totalmente en sintonía con usted!

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